Seguramente en algún momento hayas leído algo acerca de los efectos de los campos magnéticos sobre el cuerpo humano. De allí proviene la terapia con imanes, tema que ya hemos tratado en nuestra web. Justamente, allá por el siglo XVIII, estas cuestiones despertaban la curiosidad del doctor Franz Anton Mesmer, un alemán interesado en el costado esotérico de la medicina occidental y creador del Mesmerismo.
A él se lo conoce como el padre creador del mesmerismo, una técnica sin evidencia científica que prometía curar enfermedades a partir del magnetismo. A continuación te contamos todo sobre esta terapia antigua y ponemos negro sobre blanco lo que hasta hoy se ha descubierto sobre ella.
¿Medicina alternativa o la promesa de una cura milagrosa?
Se dice que el doctor Mesmer en 1774, viviendo y ejerciendo la medicina en Austria, comprobó la influencia positiva de los imanes sobre la salud humana. Lo que se conoce en la actualidad como mesmerismo se denominaba entoces «magnetismo animal» (el término «animal» remite a «alma»).
Gracias a él, este médico habría logrado revertir un complejo trastorno de salud mental en una conocida suya, Francisca Oesterlin, que sufría de lo que entonces se denominaba «debilidad nerviosa». La mujer mejoró notablemente y se casó con el hijastro de su doctor (Mesmer).
De acuerdo con los principios de su teoría, existe un «fluido magnético» en el cuerpo. El magnetismo fluye por los distintos canales y una obstrucción en alguno de ellos generaría cierta propensión a enfermar física o emocionalmente. El mismo Mesmer alegaba que la manipulación de los imanes sobre las zonas corporales afectadas reencauzaba el flujo magnético obstruido, y de ese modo el cuerpo comenzaba a curarse a sí mismo.
También afirmaba que él era una persona con la capacidad de influir sobre el magnetismo de otros individuos por pertenecer a una minoría que poseía un magnetismo animal superior. Es decir, se creía especial y con el poder de curar a otros mortales. De hecho, al manojo de imanes que utilizaba en un inicio para tal fin, lo sustituyó luego por una simple imposición de manos.
El Mesmerismo en la historia
Entre las curiosidades que rodean a lo que al presente se conoce como mesmerismo, se halla la figura de Wolfgang Amadeus Mozart. Sí, el músico afamado mundialmente. Era un joven amigo de la familia a quien Mesmer veía con frecuencia. Se cree que fue uno de los mecenas con los que contó el médico para dar a conocer su técnica. También se dice que en las veladas sociales, con el fin de difundirla, se escuchaba música.
Fue tal la influencia de Mesmer sobre Mozart que este, en 1790, en una de sus óperas («bufa Cossi fan tutte ossia la scuola degli amanti») hace una clara alusión al «magnetismo animal».
Cuando llegó a París el rumor de que un médico alemán tenía el poder de curar sin tratamientos ni cirugías, la fama de Mesmer se acrecentó. El doctor comenzó a trabajar con varias personas a la vez, convirtiéndose así en un genuino precursor de las terapias de grupo y, como era de esperar, su consulta se llenó de pacientes ansiosos por conocer aquel método revolucionario.
Incluso se cree que la reina María Antonieta habría figurado entre sus clientes, entre otras tantas damas distinguidas de la aristocracia francesa. Por ello mismo, su esposo, el mismísimo rey Luis XVI convocó a una especie de comité científico al que encargó el estudio del mesmerismo y sus teorías. Ello sería el principio del fin.
Mesmerismo: mentiras y medias verdades
Aquella comisión real que tenía por objetivo desbaratar lo que para algunos era un despropósito y una verdadera ofensa a la moral pública, estaba integrada por figuras notables. Entre ellas: Guillotin, médico que luego se haría famoso por inventar la guillotina, Lavoisier y d’Arcet, dos químicos que gozaban de buena reputación por aquellos años, y el archiconocido Benjamin Flanklin, entonces embajador de los Estados Unidos de América y científico asociado a este tipo de temas. Tras estudiar a pie juntillas toda la información de la que se disponía sobre el «magnetismo animal», este grupo que respondía al rey determinó que el «fluido magnético» del que hablaba Mesmer no existía. Además, reveló que cualquier mejoría en la salud de los pacientes habría respondido a lo que se conoce hoy como sugestión (dominio de la voluntad de alguien a través de la fascinación).
Así fue como en 1875 el doctor Mesmer, tras siete años trabajando en París, abandonó Francia y tras un fugaz paso por Viena, terminó sus días en el Lago Constanza, su tierra natal, al sur de Alemania. No se conoce a qué dedicó sus últimos veinte años, pero se cree que no precisamente a las curaciones milagrosas. En síntesis, si bien el mesmerismo no llegó a florecer como método terapéutico, lo que ha quedado sobre esta técnica se considera parte de la prehistoria en el estudio del magnetismo hasta nuestros días.
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